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Diciembre y la mitología

Últimamente la pobre Pandora anda en boca de todos. Se suceden las calamidades en forma de guerras, atentados, violencia machista, epidemias, crímenes, pobreza, paro… que es lo que trajo a la tierra la primera mujer creada por orden de Zeus para vengar el que Prometeo robase el fuego de los dioses para dárselo a los humanos. Así es que el tal Zeus, el dios de dioses del Olimpo, entregó la bella Pandora –precursora de la Eva bíblica– a los hombres con un ánfora en sus manos –lo de la caja es un término acuñado en la época renacentista– en la que se encerraban todos los males posibles, hasta ese momento desconocidos en el mundo de los mortales. La curiosidad hizo que el mal bello, como calificó a Pandora el poeta Hesíodo en su Teogonía (Origen de los dioses), abriera el ánfora y se escaparan de ella la vejez, la enfermedad (hasta ese momento no había caries, periodontitis ni gingivitis), el dolor (incluido el de muelas), el vicio, la tristeza, la pobreza, la muerte, la fatiga…

Pero llegado diciembre Pandora pierde fuerza entre el vulgo, y en el terreno mitológico el protagonismo se lo lleva la diosa Fortuna a la que quien más quien menos tiene presente, especialmente el día 22, cuando los niños de San Ildefonso entonan la cantilena del sorteo especial de lotería. Ya decía Cervantes por boca de su criatura más universal, el hidalgo caballero Alonso Quijano, que Fortuna «es una mujer borracha y antojadiza, y sobre todo ciega, y, así, no sabe lo que hace, ni sabe a quién derriba ni a quién ensalza». O sea que por mucho que la busques, si ella no quiere a ti no te va tocar no ya el gordo, ni siquiera el reintegro.

Por eso, cuando finalizada la extracción de bolitas del bombo se comprueba que un año más no llega a nuestras manos ni la pedrea, sin saberlo nos encomendamos a Higía, diosa de la curación y la salud, rebautizada Salus por los romanos –porque-lo-importante-es-tener-salud–, y a Hestia (luego, Vesta romana), diosa del hogar y la familia –porque-la-familia-es-lo-primero–, hasta desembocar, ya desengañados del todo, en Heracles (Hércules), el semidiós conocido por los doce esforzados trabajos que se vio obligado a cumplir: conque-vaya-bien-el-trabajo. Y recuerdo que cuando yo era niño esas eran las tres peticiones que se hacían en los brindis navideños: salud, familia y trabajo… Eran las tres cosas fundamentales de la vida; lo del dinero que decía la canción quedaba fuera del chinchín de mi lejana infancia.

No obstante, en estas fechas que se acercan tampoco está de más encomendarse a dioses más modestos, como los romanos manes, lares y penates, unos espíritus caseros, de andar por casa, que se encargaban de que todo fuera bien en el hogar, la familia y la despensa. Y ese es mi deseo, que estas navidades podamos vivir tranquilos, en casita, con la familia –sí, claro, los cuñados también, qué se le va a hacer– y manducar y libar lo que los dioses penates sean capaces de llevar a nuestra despensa.

Cuando, asustada, Pandora tapó el ánfora para que no salieran más calamidades que asolaran la tierra en su interior solo quedaba la esperanza, el único bien que contenía. Digo yo que habría que pedirle a Pandora que abra otra vez su mítica ánfora para que la diosa Elpis nos ayude a barrer la desconfianza y ser más esperanzados y menos marridos.

Es el momento de dejar que Eufrósine lo llene todo con su alegría. Ya vendrá luego con las rebajas el tío Paco, maléfico personaje de la mitología carpetovetónica que los griegos clásicos no fueron capaces de imaginar en su amplia gama de deidades.

Autores

Director Emérito de Gaceta Dental

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